
La cocina es, en la escuela 1737, el lugar de encuentro. Desde temprano Yanina va elaborando el menú para el almuerzo. Como una malabarista trabaja con las verduras que se producen en el predio de la fundación Ceferino Namuncurá: así salen, bien ricas, las torrejas de acelga. O tortillas. Tanto pollo como cerdo pueden ser protagonistas de platos principales acompañados de alguna ensalada. Pero el pescado sin vender, como dice la frase popular, en una ciudad con el mar tan cerca. Sabida de su contribución a una dieta rica en proteínas, el pescado llegó al comedor de la mano de trabajadores de Iberconsa. La empresa afincada en Puerto Madryn, desde finales del siglo pasado, supo sostener -a través de sus integrantes- un comedor que funcionaba en el barrio San Miguel. En nuestra historia cíclica, nuevamente el hambre está en la superficie. Desde la fundación agradecemos a los compañeros Raúl Mancilla y Walter Díaz quienes nos trajeron 14 kilos de pescado interfoliado y tubos de merluza. Creyendo que la educación y la salud van de la mano en una sociedad que pretende desarrollarse de la mejor forma.


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